martes, 26 de agosto de 2008

Metamorfismo


Los cambios no se dan abruptamente sino de manera gradual y lenta.

Sí hay instantes que son tajantes y hacen que las cosas no vuelvan a ser lo que eran, pequeñas muertes tal vez; esas muertes en contraposición a la Muerte. Pero la acomodación al nuevo estado implica un gran trabajo y tiempo en ello.

Lo que se ha venido gestando, en un momento determinado comienza a notarse, a mostrarse, a aparecer, comienza a tomar una forma y surge como protagonista de la escena.

El instante en el que se muestra es siempre el momento justo, porque es en realidad el momento en que comienza a ser visto. Siempre estuvo de alguna manera, pero nuestra ceguera nos impedía verlo, una vez dadas las condiciones que estructuran la emergencia aparece “lo nuevo” lo innovador, eso que hasta hoy nos era ajeno, lejano, indiferente.

Si hablamos a nivel espiritual e individual, podría afirmar que hay pensamientos que se gestan en la niñez y florecen cuando las condiciones mentales lo permiten, otras veces quedarán mustios en algún rincón olvidado del ser. Curioso, tal vez algunos vayan naciendo a medida que nos acercamos a la Muerte.

Si quisiera pensar los cambios a nivel social diría algo similar, se han ido gestando por distintas características que se dieron en la sociedad y favorecieron la emergencia de esta “nueva movida”. Son acomodaciones del espíritu que necesita la pertenencia a algo que lo contenga en tanto superior a él, algo que lo legitime y fortalezca, que lo identifique con un otro.

De alguna manera se produce una catarsis, a la manera en que la tragedia griega ejercía esa función, generando piedad o temor en la identificación con el otro. Esta “nueva escena” nos muestra que incluso los más malvados son vulnerables.

Entró entonces al grito de –“todos moriremos!” y se deshizo con el primer amanecer.

sábado, 23 de agosto de 2008

Sin salida

I

Estábamos todos en el aeropuerto esperando, nadie sabía muy bien hacía donde nos llevarían pero no teníamos alternativa.

Cuando llegó el helicóptero que nos transportaría tuve la tranquilidad de viajar con Leonardo, nos sentaron detrás y en pocos minutos arribamos a una estructura metálica y de color negro en medio del océano.

A todos nos era designada una habitación blanca con una sola ventana que daba a otras habitaciones, había una cama y una silla. Nosotros no teníamos más que lo puesto. Nos quedamos a esperar, pues nos traerían el material de trabajo.

II

Hacía meses que corría el rumor de que miles de personas eran raptadas y nadie volvía a verlas, sobre todo aquellos que carecían de familiares directos.

Leonardo y yo nos pusimos a investigar el caso y para ello comenzamos a llevar la vida de los desamparados de la calle. Al principio había sido difícil alejarnos de nuestras familias y vivir en la absoluta soledad de las calles. La indigencia era terrible, el frío de la noche era insoportable, penetraba hasta los huesos, el hambre nos hacía doler el estómago hasta el desmayo. Finalmente nos vinieron a buscar.

III

Nos recuperamos luego de los primeros días comiendo regularmente. Trabajábamos como esclavos por la comida y el lugar. Nunca supimos lo que estábamos haciendo ni para qué.

Lo importante era volver a encontrarnos dentro del edificio para pasarnos la información y deliberar las estrategias necesarias para sacar a toda esta gente de aquí.

Pasaron varios meses (mientras indagábamos secretamente los modos de producción y las técnicas y resultados de otros trabajadores) hasta que nos encontramos en el comedor y pudimos combinar momentos de encuentro.

Nadie tenía relojes y las luces estaban encendidas durante el tiempo de tareas y se apagaban a la hora del descanso. No podría decir si realmente era de día o de noche, si llovía o había sol. Pasamos meses enteros sin contacto con la naturaleza ni con el exterior.

V

Los problemas comenzaron a presentarse cuando tuvimos que pensar y resolver la liberación. Esta gente estaba en la calle, sola, hambrienta y con frío, pero dentro de esta construcción no tenían libertad ni vida, aunque también podría decirse que no les faltaba nada. Tenían alimento, trabajo, lugar de reposo, horas de descanso.

En cierto modo liberarlos sin un plan de estado que resolviera la indigencia era devolverlos nuevamente a la crueldad de las calles.

Llegamos hasta aquí con un plan y unos ideales que se desmoronaban frente a la realidad, quedaban destruidos frente a la impotencia de una solución definitiva.

Llegamos a una aporía. Dejamos de tener respuestas y certezas, la liberación ya no era tal, las dudas sobre lo que deberíamos hacer nos quitaban el aliento y la esperanza.

viernes, 15 de agosto de 2008

Pablo Neruda

Mucho más cerca de la verdad está el poeta esparcido en la arena observando la luna.

En su soledad, consumido por el deseo deseante que se retroalimenta y autosatisface en su propio anhelo.

Mucho más cerca de la verdad está el poeta que busca confundirse y aunarse con la naturaleza.

¿El cuerpo no puede otra cosa que manifestar sus ansias?

DÉJAME SUELTAS LAS MANOS... Pablo Neruda

DÉJAME SUELTAS LAS MANOS
y el corazón, déjame libre!
Deja que mis dedos corran
por los caminos de tu cuerpo.
La pasión – sangre, fuego, besos –
me incendia a llamaradas trémulas.
Ay, tú no sabes lo que es esto!

Es la tempestad de mis sentidos
doblegando la selva sensible de mis nervios.
Es la carne que grita con sus ardientes lenguas!
Es el incendio!
Y estás aquí, mujer, como un madero intacto
ahora que vuela toda mi vida hecha cenizas
hacia tu cuerpo lleno, como la noche, de astros!

Déjame libres las manos
y el corazón déjame libre!

Yo sólo te deseo, yo sólo te deseo!
No es amor, es deseo que se agota y se extingue.

Cuando enfrenta el amor abraza la trascendencia, la totalidad de las cosas están insertas en un sentimiento que no necesita materia, que puede vivir en el pleno recuerdo, en la remembranza permanente a pesar de la ausencia. Serán tus ojos los que vean la luna que yo observaba en algún momento y evocar el recuerdo me hará presente.

ES CIERTO, AMADA MÍA...

ES CIERTO AMADA MÍA, hermana mía, es
cierto!
Como las bestias grises que en los potreros pastan,
y en los potreros se aman, como las bestias grises!

Como las castas ebrias que poblaron la tierra
matándose y amándose, como las castas ebrias!

Como el latido de las corolas abiertas
dividiendo la joya futura de la siembra,
como el latido de las corolas abiertas!

Empujados por los designios de la tierra
como una ola en el mar hacia ti va mi cuerpo.

Y tú, en tu carne, encierras
las pupilas sedientas con que miraré cuando
estos ojos que tengo se me llenen de tierra.

sábado, 9 de agosto de 2008

Anamnesis


Hay un Tiempo de Tiempo

y un Tiempo de no tiempo.

Hay un intersticio en el cual

los sueños son los que sueñan.

Soñadores y soñados no se funden en un despertar

sino que sueñan apariencias.

Los Sueños producidos por deseos y temores

no son los Verdaderos Sueños.

El Amor no es querer (poseer) todos los objetos existentes.

La Muerte es la que viene a buscarnos

tiernamente para llevarnos,

no es la que nos arrebata la Vida

en un acto de violencia del ciego.

Busca en el portal que te permite entrar al Sueño Verdadero

Y recuerda quien eres.

martes, 5 de agosto de 2008

Niñerías

- Mire!!! Estoy aprendiendo a sonreír, aunque sus chistes no son muy buenos.

-No importa niña, estás en edad de reírte de todo, incluso de mis chistes malos.

Los niños sólo deberían sonreír. Un antiguo sabio me dijo un gran secreto, que ahora ya lo conoce todo el mundo. Una infancia feliz nos asegura una adultez feliz.

Puedes reír porque valoras las pequeñas cosas que la vida te obsequia y no persigues aún las que no puedes alcanzar y que son necesidades impuestas desde el exterior. Mientras sigas guiada por tu interior no tendrás tristezas, recuérdalo cuanto puedas.

Ya tendrás que ocuparte de que otros aprendan y tendrás la responsabilidad del cambio sobre tus espaldas. Ahora sólo ríe porque cuando tu lloras, llora la humanidad.

sábado, 2 de agosto de 2008

Tideland

http://es.youtube.com/watch?v=5COgJ_UrZRg
Tideland, la nueva película de Terry Gilliam

Crónica de una niña sola

Una vez más, el díscolo Terry Gilliam elige la provocación y el privilegio de una mirada propia por sobre cualquier consideración comercial. Y así Tideland, o Tierra de pesadillas en su versión local, su último trabajo, oscuro, desenfrenado y castigado por la crítica –que se vio en el Bafici y se edita aquí directo a video–, es, según él mismo afirma, una cruza de Psicosis con Alicia en el país de las maravillas, de realismo y mundos imaginarios, en el Sur profundo de los Estados Unidos, entre mansiones, taxidermia y cabezas de Barbies.

Por Mariano Kairuz
http://static.pagina12.com.ar/fotos/radar/20080727/notas_r/gilliam2.jpg
El cuadro Christina’s World (1948), del pintor
norteamericano Andrew Wyeth, en el que se inspiraron tanto el novelista Mitch Cullin como Terry Gilliam para crear el mundo de Jeliza-Rose, la protagonista de Tierra de pesadillas.

Dos años atrás, un par de éxitos y numerosos proyectos malditos después de Brazil, la película que lo convirtió en un “descastado” de Hollywood (a donde volvió a entrar y salir una y otra vez), Gilliam repitió el gesto del artista contra los ejecutivos. Su última película, Tideland, estaba a punto de estrenarse en Nueva York y su pequeño distribuidor norteamericano no se estaba esforzando lo suficiente para que el público se diera por aludido. Entonces Gilliam, viejo tirabombas, se calzó un cartel que decía “Realizador sin estudio, una familia que mantener. Dirijo por dinero”, y salió a la calle a mendigar atención sobre el inminente y huérfano lanzamiento de su película. Tideland había sido producida por escasos 12 millones de dólares juntados de manera independiente, y filmada durante un prolongado alto en el montaje de su película anterior, Los hermanos Grimm. La interrupción de esa otra película se debió a desavenencias de Gilliam con los jefes de Miramax, que finalmente se la devolverían para que hiciera con ella lo que quisiera. Grimm se estrenó y no le fue muy bien, pero en el medio terminó de filmar esta otra película, más pequeña y más bien oscura, protagonizada por una chica de unos diez años. Que finalmente tampoco vio casi nadie en los cines y que quizás algún día llegue a ser un pequeño film de culto, pero que en su estreno fue duramente golpeada por la crítica norteamericana. Y que hace apenas unas semanas llegó sin pasar por los cines (aunque sí se vio en el Bafici), directo al DVD local, con el título Tierra de pesadillas.

Terry Gilliam la definió como una cruza entre Psicosis y Alicia en el país de las maravillas. Y hay algo de ambas en Tideland, pero no más que unos cuantos elementos más o menos conectados entre sí y referencias explícitas a la lectura del libro de Carroll. El punto de vista de la narración es el de esta nena, llamada Jeliza-Rose (Jodelle Ferland), quien para el comienzo de la película parece haberse dedicado a cuidar a sus padres heroinómanos (Jennifer Tilly y Jeff Bridges) más de lo que ellos la habrán cuidado a ella; al punto de prepararles las jeringas. A pesar de lo cual, Jeliza-Rose es una verdadera princesita que se las arregla para no perder la cordura ante la falta de atención y la soledad en la que vive, y ni siquiera ante la muerte, temprana en la película y por sobredosis, de sus dos padres. Antes de pasar al otro mundo, su padre recién enviudado la lleva a la casa de la abuela en medio del campo, en el sur profundo norteamericano; en el medio de la nada. Allí la nena seguirá recreando sus mundos de cuentos de hadas un poco tenebrosos, valiéndose de un auto desvencijado y abandonado, de cabezas de Barbies y de lo que tenga a mano. Y relacionándose únicamente con el cadáver del padre en descomposición (bastante a lo Norman Bates) y con sus nuevos vecinos: una mujer que quizá sea una bruja, su hermano lobotomizado, y la madre muerta de ambos, a la que también conservan, aunque cuidadosamente embalsamada. Gilliam lo filma todo en el grotesco que ha explorado desde siempre, y aunque la crítica norteamericana destacó su intención de incursionar en cierto “realismo” (una posibilidad que quizá no abordaba desde Pescador de ilusiones, de 1991), la verdad es que el relato pendula entre lo real –la gente, los lugares, los procesos físicos son más o menos factibles– y lo no necesariamente fantástico pero sí imaginario, que se funden en la cabeza de una nena con experiencias demasiado traumáticas que sobrellevar. Acá vuelve a recurrir al gran angular, la lente ligeramente deformante que Gilliam ha usado mucho en sus películas, pero especialmente en Pánico y locura en Las Vegas, su fallida road movie sobre el libro de Hunter S. Thompson que intentaba sumergir al espectador en la misma experiencia lisérgica de sus protagonistas. Pero este recurso, menos que proporcionarnos un punto de vista levemente desencajado, introduce una mediación, pone una distancia que parece volver todo su espectáculo mortuorio y aberrante en algo más digerible: como si nos dijera: “Así de torcido es como vemos todo esto el resto de nosotros, los que somos más o menos normales”.

Y a la vez que la película encuentra una protagonista cautivante en Jodelle Ferland y, como siempre, Terry Gilliam es un talento capaz de generar imágenes impresionantes –convierte la escena del hundimiento de una casa de campo en la misma tierra que la sostiene como si fuera un barco en el mar, en un cuadro de poder hipnótico–, parece no terminar de conectarse de manera sincera y sensible con aquello que constituye el corazón de su argumento. Como si no advirtiera o no le importara el hecho inexorable de que, por más que esta nena haya conseguido crear su propio refugio garantizándose alguna forma de supervivencia, no puede sino salir dañada de alguna manera de sus dramáticas experiencias. Gilliam ha dicho que su intención era contradecir el lugar común de “sentimentalizar a los niños”, de considerarlos “criaturas frágiles”: “Creo que son duros como uñas, que están diseñados para sobrevivir”, dice. Pero al mismo tiempo incurre en otro lugar común que viene de la mano de aquél, y además doble: la idea de la pura inocencia, presuntamente viva en niños y en retrasados mentales. Hace vivir a Jeliza-Rose cosas terribles, y después no registra las consecuencias verdaderas de esas experiencias sino que se regocija en un presunto poder simbólico, mágico, de la imaginación, capaz de ponerla a resguardo de todo. Y se mete en terreno complicado cuando hace que ella y su nuevo vecino, amigo y compañero de juegos, se arrimen a su propia curiosidad sexual, pero luego los mantiene a raya, lejos de toda posibilidad de provocar un escándalo. Lo que no parece ser por miedo a tener que afrontar la polémica sino más bien porque lo que le importa son menos las angustias verdaderas de los personajes de Tideland que sus derivaciones más fantásticas y evasivas, su pura formulación visual y el encantamiento de superficies brillantes en los que asoma, pero nunca termina de revelarse el fondo oscuro y material, bien real, de las tragedias humanas que él mismo propone.