Los cambios no se dan abruptamente sino de manera gradual y lenta.
Sí hay instantes que son tajantes y hacen que las cosas no vuelvan a ser lo que eran, pequeñas muertes tal vez; esas muertes en contraposición a la Muerte. Pero la acomodación al nuevo estado implica un gran trabajo y tiempo en ello.
Lo que se ha venido gestando, en un momento determinado comienza a notarse, a mostrarse, a aparecer, comienza a tomar una forma y surge como protagonista de la escena.
El instante en el que se muestra es siempre el momento justo, porque es en realidad el momento en que comienza a ser visto. Siempre estuvo de alguna manera, pero nuestra ceguera nos impedía verlo, una vez dadas las condiciones que estructuran la emergencia aparece “lo nuevo” lo innovador, eso que hasta hoy nos era ajeno, lejano, indiferente.
Si hablamos a nivel espiritual e individual, podría afirmar que hay pensamientos que se gestan en la niñez y florecen cuando las condiciones mentales lo permiten, otras veces quedarán mustios en algún rincón olvidado del ser. Curioso, tal vez algunos vayan naciendo a medida que nos acercamos a la Muerte.
Si quisiera pensar los cambios a nivel social diría algo similar, se han ido gestando por distintas características que se dieron en la sociedad y favorecieron la emergencia de esta “nueva movida”. Son acomodaciones del espíritu que necesita la pertenencia a algo que lo contenga en tanto superior a él, algo que lo legitime y fortalezca, que lo identifique con un otro.
De alguna manera se produce una catarsis, a la manera en que la tragedia griega ejercía esa función, generando piedad o temor en la identificación con el otro. Esta “nueva escena” nos muestra que incluso los más malvados son vulnerables.
Entró entonces al grito de –“todos moriremos!” y se deshizo con el primer amanecer.