viernes, 21 de agosto de 2009

No sólo del hombre

Qué es real, qué existe? A quién le conforma alguna respuesta?

El hombre es sólo lo que se ve acaso? No.

El hombre lo es todo, es lo que piensa, es lo que sueña, es lo que vive, es lo que lee, lo que narra, lo que siente. Es la totalidad de las cosas con las que convive interna y externamente. El hombre es la piedra que arde al sol, es el río que corre, es el viento que sopla, es el ave que cae, es la nieve que quema. El hombre es ese volcán apagado y aquel otro en erupción, es la tormenta y el día de sol.

El universo entero yace en cada partícula del ser del hombre; vive mezclado y esparcido por el universo, a la vez que íntegro, indiviso e idéntico a sí mismo.

Lo real, lo que existe, es lo que el hombre alcanza a comprender de la totalidad a la que pertenece. Para algunos hombres lo real es lo mediático, para otros, las realidad es inconmensurable. Existe todo lo que pueda ser pensable.

“Un hombre con sentido de la realidad es aquel que conoce el mundo y que también conoce sus sus propios sueños. Ustedes no son sanos: no hay entre ustedes un solo hombre que sepa soñar. […] Ustedes duermen, se despiertan y olvidan lo que han soñado, y vuelven a dormir y a despertar, y así transcurre para ustedes la vida entera, ¡y creen que eso es la existencia, la vida, la realidad! Ustedes no son niños, son adultos, pero dementes.”[1]



[1] Ursula K, Le Guin, The Word for World is forest.

lunes, 17 de agosto de 2009

Lo suave




Las inquietudes vagas, las dudas, la suavidad. Decidirnos por sí o por no. La mente humana oscila entre la luz y la oscuridad. Entre la belleza indescriptible de la carne y la inquietante manifestación del espíritu.


“Vivir angostamente, como las mulas en los desfiladeros.

O con la perspectiva de las avispas, de ojos polifacéticos.

Vivir para sí y para no, para nunca y para siempre.

O vivir talveces, de tornasoles y nostalgias.

Arribar a los fines-picos altos- a fuerza de cuerdas y correajes.

O descubrir lagos interiores, donde la piedra se hunde en

Ondas concéntricas.

Despreciar ese cuerpo-simple honda o saeta- y despedirlo.

O macerarlo en horas, en recuerdos, en vino.”

Osvaldo Loisi, El árbol de la memoria.