domingo, 12 de julio de 2009

Sylvie


Gérard de Nerval fue durante toda su vida un espíritu atormentado que en los últimos años de su vida, los más fecundos, sufrió graves trastornos nerviosos, como trastorno bipolar, sonambulismo y esquizofrenia, lo que le llevó a temporadas en varios hospitales psiquiátricos, en donde, lejos de curarse, aumentaba su locura leyendo libros de ocultismo, cábala y magia, pero también escribiendo relatos. En una de las situaciones que provocaban sus internamientos fue el de verlo pasear a una langosta con una cinta azul. Estos sucesos unidos a sus problemas económicos, le llevaron a suicidarse ahorcándose de una farola en París, en 1855. Este trágico evento inspiró una litografía de Gustave Doré, quizás la mejor de su obra. Esta enterrado en el famoso cementerio parisino de Père-Lachaise.
Sylvie, joya de la literatura moderna y la mejor narración de Gérard de Nerval, ha llegado a convertirse con el paso del tiempo en un referente inexcusable de la narrativa europea. La relación entre memoria y escritura, la circularidad del tiempo poético o los azares de la percepción son algunos de los rasgos que hacen de esta historia, en palabras de Umberto Eco, "uno de los libros más bellos jamás escritos."

Sylvie capítulo V La Aldea
"Apenas tuve tiempo de responder cuando, de repente, se levantó alegremente, se arregló el pelo ante el espejo y se puso un sombrero rústico, de paja. La inocencia y la alegría brillaban en sus ojos. Nos pusimos en marcha, siguiendo la orilla del Théve, a través de los prados sembrados de margaritas y de ranúnculos, y después proseguimos a lo largo de los bosques de Saint Laurent, salvando a veces los arroyos y los matorrales para acortar el camino. Los mirlos cantaban en los árboles, y los paros huían alegremente de la maleza que rozábamos al pasar.
De vez en cuando, a nuestro paso encontrábamos las hierbadoncellas que tanto le gustaban a Rousseau y que abrían sus corolas azules entre las largas ramas de hojas emparejadas, modestas lianas que se enredaban a los furtivos pies de mi acompañante. Indiferente a los recuerdos del filósofo ginebrino, Sylvie buscaba fresas aromáticas, aquí y allá, y yo le hablaba de La Nouvelle Héloïse, algunos de cuyos fragmentos le recité de memoria.
-¿Es bonito? -preguntó.
-Es sublime.
-¿Mejor que Auguste Lafontaine?
-Es más tierno.
-Vaya -repuso-. Tendré que leerlo. Le diré a mi hermano que me lo traiga cuando vaya a Senlis.
Y, mientras Sylvie cogía fresas, seguí recitando fragmentos de la Héloïse."

4 comentarios:

Rubén Muñoz Martínez dijo...

Helena, entrada completísima por su composición global. Dibujo, narración, enseñanza.
No conocía nada de lo que aquí nos narras... te agradezco la enseñanza.
Un saludo.

Laura dijo...

Gracias por pasar, en link está la novela para bajar, es realmente buena!
Un abrazo

Anónimo dijo...

Bestialmente bueno.

Laura dijo...

Angus: sin lugar a dudas, es genial!
Un abrazo