viernes, 24 de julio de 2009

No molestar...




I
Estás a punto de empezar a leer la nueva novela de Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero. Relájate. Recógete. Aleja de ti cualquier otra idea. Deja que el mundo que te rodea se esfume en lo indistinto. La puerta es mejor cerrarla; al otro lado siempre está la televisión encendida. Dilo en seguida, a los demás: «¡No, no quiero ver la televisión!» Alza la voz, si no te oyen: «¡Estoy leyendo! ¡No quiero que me molesten!» Quizá no te han oído, con todo ese estruendo; dilo más fuerte, grita: «¡Estoy empezando a leer la nueva novela de Italo Calvino!» O no lo digas si no quieres; esperemos que te dejen en paz.
Adopta la postura más cómoda: sentado, tumbado, aovillado, acostado. Acostado de espaldas, de costado, boca abajo. En un sillón, en el sofá, en la mecedora, en la tumbona, en el puf. En la hamaca, si tienes una hamaca. Sobre la cama, naturalmente, o dentro de la cama. También puedes ponerte cabeza abajo, en postura yoga. Con el libro invertido, claro.
...

SI UNA NOCHE DE INVIERNO UN VIAJERO
...

—Y luego estoy aquí, soy el yo de ahora, con esta maleta.
Es la primera vez que nombro la maleta, aunque nunca dejo de pensar en ella.
Y ella: —Esta es la noche de las maletas cuadradas con ruedas.
Me quedo tranquilo, impasible. Pregunto: —¿Qué quiere decir?
—He vendido una hoy, una de ésas.
—¿A quién?
—A alguien de fuera. Como usted. Iba a la estación, se marchaba. Con la maleta vacía, recién comprada. Igualita que la suya.
—¿Qué tiene de raro? ¿No vende usted maletas?
—De éstas, desde que las tengo en la tienda, aquí nadie las compra. No gustan. O no sirven. O no las conocen. Y eso que deben de ser cómodas.
—Para mí, no. Por ejemplo, si se me ocurre pensar que esta noche podría ser para mí una noche bellísima, me acuerdo de que debo llevar conmigo esta maleta, y no consigo pensar en nada más.
—¿Y por qué no la deja en alguna parte?
—A lo mejor en una tienda de maletas —le digo.
—También. Una más, una menos.
Se levanta del taburete, se ajusta ante el espejo las solapas del abrigo, el cinturón.
—Si más tarde paso por allí y llamo al cierre metálico, ¿me oirá?
—Pruebe.
No se despide de nadie. Está ya fuera en la plaza.

martes, 14 de julio de 2009

El tiempo en cine

En esta oportunidad no voy a acompañar este párrafo con una imagen, creo que puedo prescindir de hacerlo.

Este fragmento está sacado de Seis paseos por los bosques narrativos, de Umberto Eco, Editorial Lumen, capítulo 3 “Detenerse en el bosque” Pág. 71.

Me pareció sencillamente magnífico y muy cómico…

Cómo saber que estamos frente a una película Hardcore:

“Hay que controlar si en una película (que contiene también representaciones de actos sexuales) cuando un personaje sube a un coche o en un ascensor, el tiempo del discurso coincide con el de la historia. Flaubert puede emplear una línea para decir que Frédéric estuvo mucho tiempo de viaje, y en las películas normales se ve a una persona que sube a un avión para verlo llegar en seguida en el plano sucesivo. En cambio, en una película porno si alguien se sube al coche para ir diez manzanas más allá, el coche viaja diez manzanas. En tiempo real. Si alguien abre la nevera y se sirve cerveza para bebérsela más tarde en el sofá después de haber encendido la televisión, la acción lleva tanto tiempo como el que les llevaría a ustedes hacer lo mismo en sus casas.

“La razón es bastante sencilla. Una película porno está concebida para complacer al espectador con la visión de actos sexuales, pero no podría ofrecer hora y media de actos sexuales ininterrumpidos, porque es fatigoso para los actores, y al final llegaría a ser tedioso para los espectadores. Hay que distribuir, pues, los actos sexuales en el transcurso de una historia. Pero nadie tiene intención de gastar imaginación y dinero para concebir una historia digna de atención, y tampoco al espectador le interesa la historia porque espera sólo actos sexuales. La historia queda reducida pues, a una serie mínima de acontecimientos cotidianos, como ir a un lugar, ponerse un abrigo, beber un whisky, hablar de cosas insignificantes, y es económicamente más conveniente filmar durante cinco minutos a un señor que conduce un automóvil que implicarlo en un tiroteo a lo Mickey Spillane (que, además, distraería al espectador). Por lo tanto, todo lo que no es acto sexual debe llevar tanto tiempo como lo lleva en la realidad. Mientras que los actos sexuales tendrán que llevar más tiempo del que normalmente requieren en la realidad. He aquí la regla: cuando en una película dos personajes emplean, para ir de A a B, el mismo tiempo que emplearían en la realidad, tenemos la certidumbre de encontrarnos ante una película pornográfica. Naturalmente, son necesarios los actos sexuales, si no, una película como Im Lauf der Zeit de Wim Wenders, donde se ve prácticamente durante cuatro horas a dos personajes viajando en un camión. Sería pornográfica, y no lo es.”

domingo, 12 de julio de 2009

Sylvie


Gérard de Nerval fue durante toda su vida un espíritu atormentado que en los últimos años de su vida, los más fecundos, sufrió graves trastornos nerviosos, como trastorno bipolar, sonambulismo y esquizofrenia, lo que le llevó a temporadas en varios hospitales psiquiátricos, en donde, lejos de curarse, aumentaba su locura leyendo libros de ocultismo, cábala y magia, pero también escribiendo relatos. En una de las situaciones que provocaban sus internamientos fue el de verlo pasear a una langosta con una cinta azul. Estos sucesos unidos a sus problemas económicos, le llevaron a suicidarse ahorcándose de una farola en París, en 1855. Este trágico evento inspiró una litografía de Gustave Doré, quizás la mejor de su obra. Esta enterrado en el famoso cementerio parisino de Père-Lachaise.
Sylvie, joya de la literatura moderna y la mejor narración de Gérard de Nerval, ha llegado a convertirse con el paso del tiempo en un referente inexcusable de la narrativa europea. La relación entre memoria y escritura, la circularidad del tiempo poético o los azares de la percepción son algunos de los rasgos que hacen de esta historia, en palabras de Umberto Eco, "uno de los libros más bellos jamás escritos."

Sylvie capítulo V La Aldea
"Apenas tuve tiempo de responder cuando, de repente, se levantó alegremente, se arregló el pelo ante el espejo y se puso un sombrero rústico, de paja. La inocencia y la alegría brillaban en sus ojos. Nos pusimos en marcha, siguiendo la orilla del Théve, a través de los prados sembrados de margaritas y de ranúnculos, y después proseguimos a lo largo de los bosques de Saint Laurent, salvando a veces los arroyos y los matorrales para acortar el camino. Los mirlos cantaban en los árboles, y los paros huían alegremente de la maleza que rozábamos al pasar.
De vez en cuando, a nuestro paso encontrábamos las hierbadoncellas que tanto le gustaban a Rousseau y que abrían sus corolas azules entre las largas ramas de hojas emparejadas, modestas lianas que se enredaban a los furtivos pies de mi acompañante. Indiferente a los recuerdos del filósofo ginebrino, Sylvie buscaba fresas aromáticas, aquí y allá, y yo le hablaba de La Nouvelle Héloïse, algunos de cuyos fragmentos le recité de memoria.
-¿Es bonito? -preguntó.
-Es sublime.
-¿Mejor que Auguste Lafontaine?
-Es más tierno.
-Vaya -repuso-. Tendré que leerlo. Le diré a mi hermano que me lo traiga cuando vaya a Senlis.
Y, mientras Sylvie cogía fresas, seguí recitando fragmentos de la Héloïse."

jueves, 9 de julio de 2009

La sonrisa del siglo XXI (José Pablo Feinmann)

La nota es excelente!!!!! Acá algunos párrafos para invitarlos a su lectura.

"...Hoy, para cautivar a los votantes, para seducirlos, Mauricio Macri ensaya canciones de Freddie Mercury. Va a lo de Tinelli y las canta con su doble. Algunos se largaron a decir que las cantó mal. Pero, ¿importa? Por ahí es justamente lo que cayó bien. Lo vi esa noche. Flaco, canchero, piola, suelto, ganador. “Este tipo ya se ganó toda la guita, ahora no va a robar”, se dice. “Este tipo sí que sabe hacer la guita, seguro que llena de guita el país”, se dice. “Se dice” era la modalidad que Heidegger había elegido para expresar cuando alguien “dice” algo que dicen todos pero no dice algo propio. Cuando alguien, en lugar de hablar desde sí, habla desde el “se dice”, o sea: no habla, es hablado. No dice, es dicho. No piensa, es pensado. Esta es –precisamente– la función de los medios: conseguir que todos piensen lo que piensan ellos, los que tienen los medios y difunden las ideas que les van a permitir continuar teniéndolos. A veces el mundo no parece tan complejo. Tal vez no lo sea: todo consiste en tener el capital suficiente para apoderarse del aparato comunicacional, el que más desarrollo ha tenido, la verdadera revolución de nuestro tiempo. Esa revolución es profundamente colonialista: se dedica a colonizar la subjetividad de los demás, a apropiársela. Una vez que la posee, ha triunfado. De aquí la férrea defensa del monopolio comunicacional. Cuantos más medios tengas, más mentes colonizarás. Cuantas más colonices más serán tuyas. Cuantas más sean tuyas, más te harán caso y votarán por quién les digas y odiarán a quien les señales."
"...No obstante, uno se siente cada vez más raro en este país y hasta en este mundo. Se mete para adentro, se guarda, escribe y dice algunas cosas. Habla para los que ya están convencidos, unos pocos nomás. No va a reuniones porque se va a encontrar con ese infaltable ejemplar de facho-salame o basurero de medios que nunca falta y, lógico, no va a discutir con semejante almeja. Agarra y se va. Pero si no va antes, no tendrá que irse después. De modo que a comprarse unos buenos videos y a protegerse de la gripe A y de los tele-fachos o de los radio-idiotas o de los Internet-caca. Y a esperar un poco. O un poco más que un poco: puede ser para siempre. Igual, como grandes obstinados, haremos lo que hicimos a lo largo de todos estos años de alegrías y utopías realizadas: escribir, pensar, dar clases. Con el optimismo de la voluntad. O con la esperanza que nos da nuestro amor a los desesperados. Los otros, los que sean felices siendo gobernados por émulos menores de Sarkozy o Berlusconi, adelante, el siglo XXI les sonríe.