La muerte digna y la muerte simplemente, la muerte injusta, la muerte tonta, la muerte a tiempo, la muerte bella, la muerte que no debería haber llegado, la muerte prematura, la muerte atroz, la muerte trágica, la muerte admite multiplicidad de adjetivos.
¿Podríamos hablar de una muerte bella como si la muerte misma fuera un arte?
¿Podríamos hablar del arte de morir? ¿Sería algo distinto de la vida?
Estuvimos hablando de la muerte hasta altas horas de la madrugada, nunca lograba convencerla de que rondar siempre sobre este tema era demasiado angustiante. Se lo tomaba en serio, no había nada que pudiera calmar sus ansias de internarse en ese oscuro mundo imperceptible.
Claro, incognoscible era para mí, ella no decía lo mismo, para no terminar en un nosocomio simplemente no decía nada. Confiaba en mi silencio de ultratumba, sabía que yo era incapaz de delatar sus secretos.
La dejé con un gran pesar. Me acompañó hasta la puerta y me regaló la sonrisa más linda. Solía estar despeinada y con el pelo muy enredado, unas ojeras levemente violetas se alojaban en la zona de sus ojos desde hacía un tiempo, sus labios azulados y su piel pálida terminaban de darle ese toque fantasmal que hacía que la gente huyera un poco al verla. Sus vestidos largos y de colores apagados le daban cierto anacronismo a su figura salida de entre las plantas.
Me pregunto aún como pudo organizar todo con tanta frialdad, con tanta precisión y detalle, no faltaron las flores que le gustaban, el olor a incienso se sentía desde la entrada. Todo estaba perfectamente limpio y ordenado. Ella recostada sobre su cama con las manos sobre el vientre y la misma sonrisa con la que me había despedido la noche anterior. Todo parecía una gran parodia.