Tideland, la nueva película de Terry Gilliam
Crónica de una niña sola
Una vez más, el díscolo Terry Gilliam elige la provocación y el privilegio de una mirada propia por sobre cualquier consideración comercial. Y así Tideland, o Tierra de pesadillas en su versión local, su último trabajo, oscuro, desenfrenado y castigado por la crítica –que se vio en el Bafici y se edita aquí directo a video–, es, según él mismo afirma, una cruza de Psicosis con Alicia en el país de las maravillas, de realismo y mundos imaginarios, en el Sur profundo de los Estados Unidos, entre mansiones, taxidermia y cabezas de Barbies.
norteamericano Andrew Wyeth, en el que se inspiraron tanto el novelista Mitch Cullin como Terry Gilliam para crear el mundo de Jeliza-Rose, la protagonista de Tierra de pesadillas.
Dos años atrás, un par de éxitos y numerosos proyectos malditos después de Brazil, la película que lo convirtió en un “descastado” de Hollywood (a donde volvió a entrar y salir una y otra vez), Gilliam repitió el gesto del artista contra los ejecutivos. Su última película, Tideland, estaba a punto de estrenarse en Nueva York y su pequeño distribuidor norteamericano no se estaba esforzando lo suficiente para que el público se diera por aludido. Entonces Gilliam, viejo tirabombas, se calzó un cartel que decía “Realizador sin estudio, una familia que mantener. Dirijo por dinero”, y salió a la calle a mendigar atención sobre el inminente y huérfano lanzamiento de su película. Tideland había sido producida por escasos 12 millones de dólares juntados de manera independiente, y filmada durante un prolongado alto en el montaje de su película anterior, Los hermanos Grimm. La interrupción de esa otra película se debió a desavenencias de Gilliam con los jefes de Miramax, que finalmente se la devolverían para que hiciera con ella lo que quisiera. Grimm se estrenó y no le fue muy bien, pero en el medio terminó de filmar esta otra película, más pequeña y más bien oscura, protagonizada por una chica de unos diez años. Que finalmente tampoco vio casi nadie en los cines y que quizás algún día llegue a ser un pequeño film de culto, pero que en su estreno fue duramente golpeada por la crítica norteamericana. Y que hace apenas unas semanas llegó sin pasar por los cines (aunque sí se vio en el Bafici), directo al DVD local, con el título Tierra de pesadillas.
Terry Gilliam la definió como una cruza entre Psicosis y Alicia en el país de las maravillas. Y hay algo de ambas en Tideland, pero no más que unos cuantos elementos más o menos conectados entre sí y referencias explícitas a la lectura del libro de Carroll. El punto de vista de la narración es el de esta nena, llamada Jeliza-Rose (Jodelle Ferland), quien para el comienzo de la película parece haberse dedicado a cuidar a sus padres heroinómanos (Jennifer Tilly y Jeff Bridges) más de lo que ellos la habrán cuidado a ella; al punto de prepararles las jeringas. A pesar de lo cual, Jeliza-Rose es una verdadera princesita que se las arregla para no perder la cordura ante la falta de atención y la soledad en la que vive, y ni siquiera ante la muerte, temprana en la película y por sobredosis, de sus dos padres. Antes de pasar al otro mundo, su padre recién enviudado la lleva a la casa de la abuela en medio del campo, en el sur profundo norteamericano; en el medio de la nada. Allí la nena seguirá recreando sus mundos de cuentos de hadas un poco tenebrosos, valiéndose de un auto desvencijado y abandonado, de cabezas de Barbies y de lo que tenga a mano. Y relacionándose únicamente con el cadáver del padre en descomposición (bastante a lo Norman Bates) y con sus nuevos vecinos: una mujer que quizá sea una bruja, su hermano lobotomizado, y la madre muerta de ambos, a la que también conservan, aunque cuidadosamente embalsamada. Gilliam lo filma todo en el grotesco que ha explorado desde siempre, y aunque la crítica norteamericana destacó su intención de incursionar en cierto “realismo” (una posibilidad que quizá no abordaba desde Pescador de ilusiones, de 1991), la verdad es que el relato pendula entre lo real –la gente, los lugares, los procesos físicos son más o menos factibles– y lo no necesariamente fantástico pero sí imaginario, que se funden en la cabeza de una nena con experiencias demasiado traumáticas que sobrellevar. Acá vuelve a recurrir al gran angular, la lente ligeramente deformante que Gilliam ha usado mucho en sus películas, pero especialmente en Pánico y locura en Las Vegas, su fallida road movie sobre el libro de Hunter S. Thompson que intentaba sumergir al espectador en la misma experiencia lisérgica de sus protagonistas. Pero este recurso, menos que proporcionarnos un punto de vista levemente desencajado, introduce una mediación, pone una distancia que parece volver todo su espectáculo mortuorio y aberrante en algo más digerible: como si nos dijera: “Así de torcido es como vemos todo esto el resto de nosotros, los que somos más o menos normales”.
Y a la vez que la película encuentra una protagonista cautivante en Jodelle Ferland y, como siempre, Terry Gilliam es un talento capaz de generar imágenes impresionantes –convierte la escena del hundimiento de una casa de campo en la misma tierra que la sostiene como si fuera un barco en el mar, en un cuadro de poder hipnótico–, parece no terminar de conectarse de manera sincera y sensible con aquello que constituye el corazón de su argumento. Como si no advirtiera o no le importara el hecho inexorable de que, por más que esta nena haya conseguido crear su propio refugio garantizándose alguna forma de supervivencia, no puede sino salir dañada de alguna manera de sus dramáticas experiencias. Gilliam ha dicho que su intención era contradecir el lugar común de “sentimentalizar a los niños”, de considerarlos “criaturas frágiles”: “Creo que son duros como uñas, que están diseñados para sobrevivir”, dice. Pero al mismo tiempo incurre en otro lugar común que viene de la mano de aquél, y además doble: la idea de la pura inocencia, presuntamente viva en niños y en retrasados mentales. Hace vivir a Jeliza-Rose cosas terribles, y después no registra las consecuencias verdaderas de esas experiencias sino que se regocija en un presunto poder simbólico, mágico, de la imaginación, capaz de ponerla a resguardo de todo. Y se mete en terreno complicado cuando hace que ella y su nuevo vecino, amigo y compañero de juegos, se arrimen a su propia curiosidad sexual, pero luego los mantiene a raya, lejos de toda posibilidad de provocar un escándalo. Lo que no parece ser por miedo a tener que afrontar la polémica sino más bien porque lo que le importa son menos las angustias verdaderas de los personajes de Tideland que sus derivaciones más fantásticas y evasivas, su pura formulación visual y el encantamiento de superficies brillantes en los que asoma, pero nunca termina de revelarse el fondo oscuro y material, bien real, de las tragedias humanas que él mismo propone.
8 comentarios:
Largo el post...Y merece mi mejor atención, :S
La semana que viene vuelvo...
No hay apuro, es interesante la peli.
Besos
La verdad no me atrae el contenido de la película...Creo que ya desde eso que habla de la niñez...Pasa que tampoco quería prejuzgar de entrada sin haber leído el post.
No la vería...
Igual, gustos son gustos, viste...
Quizás en algún otro momento, sí...Pero hoy, no.
Un abrazo.
Estoy segura de que no te gustaría para nada, sobre todo porque se dan situaciones que a vos no te gustaría ver.
Besotes
No, no, no...No creo que sea así. No me refiero a cosas que no desearía ver por cuestiones "insuperables".
Vi los adelantos, leí tu post...Y no es el tipo de cine que me atrape, quizás antes sí, pero ahora no...Desde hace un tiempo vengo descubriendo un montón de películas que me gustan y mucho, pero hay otras que ya no...
No vería esta película, al menos hoy...Como tampoco vería "Orfanato" o algo así, que salió hace poco.
El hecho de que haya cosas que me duelan de lo vivido alguna vez no significa que no pueda ver películas con contenido alusivo a diversos asuntos...
De hecho, hay muchas cosas que si me pongo a hilar fino están asociadas a cuestiones que alguna vez hablamos, pero siempre tengo en cuenta que se trata de una película...Lo mismo cuando leo algún libro o texto...Son eso, son creaciones y las entiendo dentro de ese ámbito.
El hecho de que aquí la protagonista sea un infante en relación con sus padres de ninguna manera me hace repasar mi historia personal. Son cosas diferentes...Muy diferentes.
Sino, imagináte...Con ese criterio tampoco podría ver alguna película romántica porque me ha dolido cuando me dejaron...O cosas así.
Sí vería, por ejemplo, los Expedientes X...Eso sí, ¿ves?...
Pero no siento que nada me traume al punto de no poder permanecer delante de una pantalla.
De hecho, como te decía...He visto cada film que ni te cuento...
Igual...Gracias por la recomendación...Me la habías recomendado y por algo habrá sido, valoro eso...Espero que no dejes de recomendarme a pesar de que esta película no ha llamado mi atención...
Un abrazo.
Que andes bien.
Mirá si hubiera como un TVR de blogs...
Leé tu comentario de este post...Y también el de este link:
http://cortinadehumo.blogspot.com/2008/08/hacia-algn-lugar-preciado.html
Je...Un chiste...No quisiera imaginarme a mí no resistiendo a un arhivo...Porque no resisto a muchos, te diré...
Buen fin de semana.
No, no, tenés razón, sabés que voy a tener que sincerarme. Me guié por la crítica y algunas partes que vi, pero no la había visto por completo. La peli en sí no fue tan buena como otras que venía viendo, como Solaris que me voló la cabeza.
Pero trata un tema que me gusta y sí pensé que te atraparía, el de la nena que acomoda su realidad con ayuda de la fantasía, esa capacidad que tienen los chicos de convertir en juego cosas que para nosotros son terribles, por ejemplo el momento en que la antigua amante del padre lo encuentra muerto y pudriéndose en la casa y decide embalsamarlo, luego higieniza toda la casa y lo sienta a almorzar con ellos, son pequeños fragmentos que te desencajan.
En fin, no creo que te hubiera gustado el aspecto necrófilo del film.
Besotesssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
Hola, muchas gracias, de verdad, por tu respuesta.
A veces lamento, interiormente, no saber expresarme según lo que me pasa...O dar lugar a interpretaciones que no creo como propias.
El problema está en el emisor...O sea, en mí. Y lo único que logra es apagar mis ganas de explayarme...Hubo épocas en que compartía más...Después, bueno...Depende...Pero ando en una etapa de mi vida muy callado conmigo mismo.
Un gran saludo. Buen sábado.
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